Como si fuera un disparador, lo único que nos hace darnos cuenta de que no somos invencibles es la derrota. De no llegarnos el golpe al mentón que nos haga besar la lona somos capaces de creernos invencibles, infalibles, inmortales.
Lo que pasó la semana pasada en la fiesta electrónica en Puerto Madero, no es nuevo, aunque nos sorprenda y nos dé una profunda tristeza, todos y la juventud en mayor nivel vivimos jugando a la ruleta rusa. Ponemos el grito en el cielo y reclamamos al estado, a la prefectura, a los organizadores y a todo el mundo por la falta de controles. Eso si del libre albedrío del que eligió ir y tomar una pastilla, mas aún siendo de fabricación casera, aunque eso es secundario, no hablamos mucho. La culpa es del dealer... Si, como del kioskero que te vende los cigarrillos o del supermercado que te vende el alcohol o de las automotrices que hacen autos que pueden ir a 200 cuando la máxima permitida en todo el país es de 130. Pero el que elige intoxicarse, emborracharse o matarse andando en contramano a 200 es uno, y de eso preferimos no decir nada.
Probablemente no decimos nada porque al primero que hay que cagar a trompadas está frente al espejo. Cuantos se agarran la cabeza hoy pero después salen de una comida con amigos y esquivan los controles de alcoholemia, cuantos fuman 1 o 2 atados diarios gestando una muerte a largo plazo, cuantos manejan dormidos tratando de llegar de un viaje largo.
La verdad es que ninguno está buscando la muerte, al menos no en forma consiente, pero tampoco somos consientes de la posibilidad de la muerte. No somos consientes de nuestra humanidad. Te crees inmortal hasta que las balan pican cerca, Si le preguntas a una persona que maneja una moto por Libertador a 200 km por hora, si se quiere matar, la respuesta va a ser que él sabe manejar, que tiene unos reflejos tremendos y que nunca le pasó nada. Pero jamás piensa en la posibilidad de la muerte. Lo mismo exactamente me animaría a decir que pensaron los chicos que consumieron esa pastilla el fin de semana pasado, cualquier cosa menos la posibilidad de la muerte.
Aunque es lo único que el ser humano tiene garantizado al nacer, la muerte no forma parte del registro, hasta que llega. Tal vez por eso aunque debemos ir por los responsables civiles y penales de lo ocurrido deberíamos ir también por la concientización y el ejemplo.
No te la agarres con tu hijo porque llego borracho si te vio volver en Navidad manejando con varias copas encima. No lo agotes con las criticas al porro que le convidó el amigo si fumas como un escuerzo desde hace 20 años.
No sirven los debates de los que hacen apología pero tampoco sirve los ataques de los hipócritas, que como si fueran el mismísimo Dalai Lama se rasgan las vestiduras, pidiendo condena para todos y se olvidan de cuantas veces ellos mismos juegan con la muerte a cada rato.
Al fin y al cabo como me dijo una vez mi amigo Marcelo al llegar de un boliche con la cara como una albóndiga, hay que reconocerlo "No soy invencible"