Hace 16 años a las 22 hs. se bajaba de un Renault 19 de la mano de su padre la que a partir de esa misma noche pasaría a ser mi copiloto en la vida.
Pipita, la Piruch, maestra jardinera, tierna dulce, cabrona, larguera, reviradísima, con una sonrisa que te obliga a darle los gustos aunque no puedas, una amiga inmensa de sus amigas, una madre perfecta para sus hijos, una esposa de incondicional para este tipo, hija amorosa y hermana de fierro. Ese día del ultimo tercio de mi vida, me cambió para siempre ya no soy mas yo sino yo y mi circunstancia, es decir ella.
Ella es femenina en todo concepto, de esas que hay que explicarles el off side seiscientas veces y te das cuenta que en las primeras frases de las explicación ya está pensando en cualquier otra cosa. Ella es social, alegre, descontracturada, habla hasta por los codos como su madre y hermanas y a la vez es obsesiva de la limpieza, de los compromisos y de los horarios. Ella es motivo y cura de todas mis encabronadas, ella es mi consejera, mi criterio, mi segundo corazón cuando la cabeza se me empaca y no deja lugar al mío. Ella es la alegría de la casa cuando yo por algún motivo, y créanme tengo miles y sino me los invento, pero estoy de mal humor, con la cabeza gacha y refunfuñando frente a una computadora.
Ella es la mejor amiga de la tecnología dentro de aquellos que no se llevan con la tecnología, ama las redes y se vive haciendo mala sangre porque no salió un mensaje, porque no tiene internet, porque lo que fuera, y siempre me pide que se lo solucione, ella me completa, yo la completo.
La conocí y me enterneció que fuera maestra jardinera, me pareció que si hacia planes de largo plazo era bueno que la madre de mis hijos sea maestra, me iba a ayudar en algo en lo que seguro sería flojo, la educación. Pero al poco tiempo me encontraba en su casa pintando treinta osos para los cuadernos, poniendo plasticola sobre distintas superficies, haciendo masa para que jueguen los alumnos o armando disfraces para actos de terceros. Siempre me impresionaba ver que podía volver con una sonrisa después de estar casi cuatro horas con treinta chicos. Los años pasaron y aprendí y sigo aprendiendo de ella.
Anoche nos encontró la medianoche recortando papeles con contact para un regalo de los alumnos de su sala de dos años. Me dio un beso y me dijo feliz aniversario. Nada ha cambiado en dieciséis años. El mismo amor, el mismo "Contact"
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